VIDA EN FAMILIA EN EL MUNDO ACTUAL
Un antiguo cuento oriental explica que un maestro de artes marciales fue interrogado por su alumno con la siguiente cuestión: «Maestro, estoy aprendiendo mucho con usted pero he pensado que si además de lo que usted me enseña tomo un segundo maestro, mis conocimientos se enriquecerán y ampliarán con otros estilos y visiones. ¿Qué piensa de mi idea? «. El maestro, que había escuchado con gran atención a su alumno, permaneció pensativo y unos instantes más tarde contestó: «El cazador que persigue dos conejos no atrapa ninguno».
Vivimos en un mundo acelerado, a veces confuso, a menudo incierto. Pequeños y grandes nos vemos reclamados por las prisas y la falta de tiempo; sometidos a un bombardeo de estímulos y adentrados en un ruido constante. La crianza de los hijos se ha convertido en una tarea altamente compleja y se añaden las dificultades para compatibilizarla con el mundo laboral. Se nos multiplican los conejos, que diría el maestro oriental, y nuestras acciones a menudo se encuentran impulsadas por la angustia de dar salida a las demandas constantes. La consecuencia más evidente de esta multitarea es el funcionamiento en piloto automático: nuestro cuerpo está presente en el lugar que nos encontramos, pero nuestra mente se encuentra dispersa, lejos de la acción que realiza el cuerpo, pensando otras situaciones que también nos reclaman.
Así, sin ser muy conscientes, acabamos automatizando gran parte de nuestra vida. Nos centramos en las tareas a realizar sin estar realmente presentes: la cena, los deberes, la colada, las extraescolares, los mails para responder, los mensajes que llegan por WhatsApp, el juego que me quiero descargar, la tecnología que nos seduce y nos secuestra… el estrés permanente y después la ansiedad, el desánimo, el agotamiento crónico… y los niños que crecen en medio de todo este ritmo frenético: abocados a la acción y al hacer y desconectados de la reflexión y el ser.
¿QUÉ ES MINDFULNESS?
La propuesta que parte del mindfulness justamente nos puede ayudar a detener estos procesos hiperactivos en los que nos encontramos inmersos a nivel social y personal. Mindfulness es la conciencia que se desarrolla cuando estamos plenamente atentos al momento presente, sea éste como sea, con una actitud de apertura, es decir, con aceptación y sin juicio ni reacción a la experiencia (interna o externa) con la que nos encontramos. (Kabat-Zinn, J. 1979)
Se trata de una técnica milenaria integrada en las prácticas espirituales de meditación budista. En nuestro mundo occidental se ha vaciado de contenido religioso y se ha encaminado hacia un objetivo asociado a la calidad de vida: la reducción del sufrimiento físico y/o mental que resulta de un estilo de vida más integrado y consciente. Las prácticas básicas se centran en la atención a la respiración y en las sensaciones corporales, por lo que permanecer atento a los sentidos se convierte en una fuente de conexión con uno mismo y de relajación que refuerza el sistema inmunitario. Las investigaciones en neurociencia avalan los efectos beneficiosos a nivel cerebral y las mejoras significativas en las áreas del córtex prefrontal del cerebro, encargadas de integrar las funciones ejecutivas (atención, concentración, planificación, organización, control de la inhibición, flexibilidad …). Los beneficios también se han objetivado en pacientes con dolor crónico, trastorno depresivo y en la reducción de estrés. Países como el Reino Unido lo han implementado en su sistema nacional de salud y actualmente se investigan los beneficios en niños diagnosticados de TDAH y otros trastornos de ansiedad.
MINDFULNESS Y VÍNCULO FAMILIAR
La práctica habitual de mindfulness se puede hacer extensiva a toda la familia por lo que si invertimos unos cuantos minutos al día en trabajar la atención plena con nuestros hijos les podemos ayudar a detenerse, concentrarse en ellos mismos, relajarse al final del día integrando cuerpo y mente. Se trata de que, jugando, los pequeños vayan adquiriendo un abanico de herramientas para relajarse y conectar con ellos mismos. Además, si lo hacemos juntos, estaremos reforzando los vínculos y compartiendo una actividad agradable y divertida en familia. Algunos ejemplos de ejercicios que podemos practicar son estos:
- Observación de los pensamientos: nos sentamos en el suelo, de rodillas o con las piernas cruzadas y la espalda recta. Cada persona coge un puñado de garbanzos o cualquier otra legumbre seca. Ponemos un temporizador que mida el tiempo (entre 2 y 5 minutos dependiendo de la edad de los niños) y cerramos los ojos mientras respiramos a ritmo normal. Observamos la respiración sin modificarla y cada vez que nos pase un pensamiento por la cabeza intentamos darnos cuenta de ello y dejamos un garbancito en el plato que tenemos delante. Pasado el tiempo contamos los «garbanzos-pensamientos» que nos han distraído.
- Respirar letras: sentados en el suelo o en una silla inspiramos profundamente y con cada expiración emitimos el sonido de una vocal. Ponemos las manos en la parte del cuerpo que hace vibrar el sonido dándonos cuenta que varía según la vocal. Después compartimos la experiencia personal de cada uno explicando en qué parte del cuerpo hemos sentido cada letra. Habitualmente la A hace vibrar los pulmones; la E el cuello; la I la cabeza; la O el corazón y la U la barriga.
- Meditación del sonido: nos sentamos con los ojos cerrados, respiramos unas cuantas veces y luego escuchamos el sonido de un gong o similar. Cuando estamos seguros de que ya no lo oímos levantamos el brazo. Trabajamos la concentración.
Laura Hernández
Psicóloga
CSMIJ Santa Coloma de Gramenet