

A veces como padres y madres esperamos que los niños/as hayan iniciado el proceso de lecto-escritura para entrar en el mundo de los cuentos y, cuando lo hacemos, lo usamos con la única finalidad de reforzar el aprendizaje escolar. De esta manera, y sin quererlo, muchas veces convertimos la lectura del cuento, en una aburrida y solitaria obligación.
Los cuentos nos acercan a muchos lugares, no solo al aprendizaje de las letras. Nos transportan al mundo de los afectos, del lenguaje, de la imaginación, de la relación, del juego y del dibujo.
Ese momento de lectura conjunta, genera un espacio de calidez, es un pequeño ratito en el que la dedicación del adulto ayuda a fortalecer el vínculo entre él y el niño/a, dando paso a la complicidad, a la confianza, a la diversión, a la caricia y a la ternura.
El cuento despierta mucha curiosidad; a los niños les llama la atención, no solo la historia contada, sino el tono de voz y la gesticulación de quien les habla. Además, cada historia va acompañada de dibujos, a veces de texturas y múltiples colores que añaden belleza y aportan múltiples experiencias sensoriales y simbólicas ayudando a construir la base para nuevos canales de comunicación y expresión.
Cada historia contada en un cuento, estimula la imaginación, permite que los niños creen otros mundos en donde todo puede ser posible. Se trasladan a lugares mágicos y pueden imaginarse siendo diversos personajes: héroes, magos, monstruos, princesas, lobos feroces o tiernos animalitos. Pueden transportarse a la luna, imaginarse yendo al fondo del mar o pensarse viviendo dentro de un árbol, ¡y tantas cosas más!
Toda esta aventura, les ayuda a generar conocimiento y equipar su mundo interno al permitir acercarse al complejo mundo de las emociones.
Este momento, les brinda la oportunidad de poder identificarse con los personajes o situaciones que les llaman la atención: se pueden sentir valientes, miedosos, cansados, con grandes ideas, o tal vez apenados y tristes por sentir la historia escuchada como propia. Les ayuda entonces a ir reconociendo su yo, también permitiéndoles diferenciar entre la realidad y la fantasía, contribuyendo a la generación de muchos recursos para su crecimiento.
Por estas tantas cosas, la lectura del cuento es para los niños/as una verdadera fuente de aprendizaje y para el adulto, una gran guía que le permite acompañar y acercarse al lenguaje y mundo infantil.
En definitiva, es una maravillosa actividad compartida, que enriquece a todos los participantes.
“¡Cuéntame un cuento!”, dicen los niños/as en el difícil momento de irse a dormir, cuando necesitan altas dosis de seguridad y cercanía para así viajar al mundo de los sueños.
Juanita Carulla González
Psicóloga y Arteterapeuta
CSMIJ Santa Coloma de Gramenet